La guerra del Estado Islámico
Federico Malavassi | Jueves 10 diciembre, 2015

No debemos caer en las trampas del terrorismo, la vida debe seguir adelante
La guerra del Estado Islámico
Es una banda de forajidos que se creen yihadistas y que están en guerra con casi todo el mundo. Hacen negocios con lo que encuentran en los territorios que ocupan y se aprovechan de la religión para enrolar a algunos fanáticos y resentidos. Han mostrado oportunismo para capitalizar su relación con Al Qaeda y los errores de la participación de algunos estados occidentales en el Oriente. Son crueles, despiadados y atacan a mansalva, a traición, con alevosía y sin respeto por nadie.
Desdichadamente, en los países que sufren su embate terrorista se presentan circunstancias que el IS aprovecha para sembrar odio y muerte: problemas económicos de los migrantes, problemas culturales de los migrantes, problemas religiosos de los migrantes, resentimiento y libertad de movimiento.
¡No se trata de una guerra religiosa sino de una guerra que se disfraza de religiosa! En el trato con los del IS no hay que pensar que se está frente a un grupo religioso que requiere la tolerancia, respeto y consideración que se le debe tener a un grupo religioso. En realidad es una banda de forajidos, similares a aventureros de las armas, fanáticos del terror y enemigos crueles que no van a cesar en sus intentonas.
Han sobrevivido porque tienen dinero, tienen armas y tienen sistemas de enrolamiento. Han logrado sus propósitos porque frente a sus tácticas suicidas no hay defensa que sea totalmente eficaz.
De todas maneras, es importante entender que caer en políticas de “seguridad total”, como modo de prevenir sus ataques, es más grave que el daño que hacen estos bandidos.
¡Es una guerra! El enemigo es implacable, despiadado, salvaje, sin escrúpulos y sin misericordia. Ha expresado que quiere acabar con todos y que, además, bajará todas las cruces (alusión directa al cristianismo).
En su odio hacia los demás no tienen empacho en contaminar todo y envenenar a todos. Quizás, con su guerra de odio y terrorismo, a quienes más afecten sea a los propios musulmanes que huyen del horror de la guerra y que quieren poner a salvo a sus hijos.
Ahora tendrán más dificultades para encontrar asilo y paz, pues sus pasos han sido limitados, sus desplazamientos complicados y ya no encontrarán las puertas tan abiertas como antes.
El presidente francés ha hecho dos llamados interesantes. Uno es que serán implacables. El otro es que la vida tiene que seguir y los ciudadanos franceses no deben encerrarse ni vivir víctimas del miedo. Creo que las dos expresiones son certeras. Hay que comprender que se vive una guerra y que uno debe defenderse y actuar con eficiencia en ello.
Lo otro es que no debemos caer en las trampas del terrorismo, la vida debe seguir adelante y no debemos transformarnos en miedosos que cavan su propia tumba.
No debemos creer que estos malhechores hacen una guerra santa, son fanáticos desalmados. Sí debemos estar seguros de que no se frenarán solos, ni estarán tranquilos si se les deja en paz. Habrá que frenarlos entre todos.
Federico Malavassi
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